miércoles, 7 de marzo de 2012

Mi casa es un desastre, mi vida un poco más.


"Mi casa es un desastre, mi vida un poco más." Es así. "Desastre" y "caos" son palabras que me definen muy bien. Por empezar, mi habitación puede confundirse tranquilamente con un campo de batalla. Soy incluso de esas personas que se van de vacaciones y gozan de dejar todo tirado sin una madre que reclame a diario un poco de orden.
Si dependiera de mí probablemente moriría. No sé lavar, planchar, ni cocinar. De hecho no sé qué lugar le corresponde a cada cosa en la cocina. Siempre digo que el problema es que me cambian todo de lugar, pero no, la verdad es que nunca supe la ubicación.
Soy una consentida por todos. A los casi 22 años siguen llamándome "la princesa de la familia" mientras mi primita de 10 mira de lejos hirviéndole la sangre.
La pereza normalmente me supera. Es cierto que hay personas que nacieron cansadas, yo soy un claro ejemplo de eso. Muchas veces soy negativa, herencia de papá, pero lucho internamente para cambiarlo. Eso me consuela.
Pero sobre todas las cosas, soy una conchuda. Me hicieron una conchuda. Algún que otro complejo, conflictos familiares, y hombres. Enfaticemos en hombres.
Ser conchuda implica liberación por un lado y represión por el otro. Nos liberamos porque no dudamos en mandar a la mierda al primer idiota que se nos cruza; y es represión de todo ese amor que ruega por salir, que pide a gritos que te dejes de joder y seas "buena" de nuevo.
Todas somos conchudas en algún momento de la vida, y en ese lapso nos ponemos divinas y queremos romper corazones. Lo disfrutamos. Pero cada tanto, gana el amor. Viene Cupido a proponerte muchas cosas que te dan miedo, te pone en frente a una persona que la mirás torcido porque sabés cómo pueden terminar las cosas. Pero vos y ese amor reprimido agarran la flechita que Cupido te entrega cagándose de risa. Así es como de ser una conchuda pasás a ser una boluda.
Una boluda que va por la calle con cara de boluda, que le dice "buen día" hasta a las palomas que días atrás odiaba profundamente, que no entiende de qué sonríe, pero sonríe. Y la boluda no entiende qué le pasa porque ya no se acordaba lo que se sentía ser una boluda, o no quiere acordarse. Ser una conchuda siempre es más fácil.
De pronto, de pensar en tu ex pasaste a pensar en alguien nuevo. Tan repentinamente como tu novio pasó a ser tu ex, más o menos. Lo mejor y lo peor, es que esa persona piensa en vos, y ahí cagamos todos. Derrochás, escupís, se te escapa de las manos toda esa ternura acumulada y reprimida durante el período de conchudez y nadie te para. Vos de a ratos te detenés a pensar las cagadas que te estás mandando y en los quilombos en que te estás metiendo, pero ya es tarde. Ya sos una boluda y lo sabés. Lo sabés y por alguna razón no te interesa. Sos "feliz".
Yo, después de cuatro meses de conchuda estoy convirtiéndome en boluda. Estoy dejando atrás el dramatismo característico de la conchudez para empezar a mirar con cariño a esas palomas que fastidian a la hora del almuerzo en la plaza. Con todos los miedos pertinentes estoy por saltar, me arriesgo.
Vamos, quiero arriesgarnos a hacernos felices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario