miércoles, 30 de mayo de 2012

El amor.

La vida es una acumulación de buenos y malos ratos. No podemos ser felices todo el tiempo, tampoco desdichados. Pero por el famoso "todo vuelve", por cada cagada que alguna vez nos mandamos, pagamos después.

La historia de mi vida es simple. Siempre fui una nena consentida por todos, hasta el día de hoy. Por tanto caprichosa. Se podría decir que soy como los gremialistas que cuanto más les das, más quieren. Así es como nunca estoy conforme y la vida me lo cobra sacándome cosas, para enseñarme que no todo lo que quiero es lo que necesito.

El secreto, a fin de cuentas, es el amor. El amor es la respuesta al 90% de los males y alegrías de la humanidad.
El amor correspondido nos genera felicidad, multiplica el afecto en todos los aspectos de nuestra vida, nos hace mejores personas.
El amor no correspondido nos hace infelices, nos pone feos y nos opaca la vida. Esa lucecita que brilla en nosotros es el amor, y cuando lo "perdemos", nos apagamos con él.

Pero, realmente perdemos el amor? Es difícil pensar que no, pero en verdad nunca lo perdemos. El amor no es sólo el de una pareja, aunque es el más volátil; es también el de la familia, los amigos, las mascotas (por qué no?)

Siempre estamos rodeados de amor y deberíamos entenderlo de una vez por todas. Mientras tengamos amor no estamos solos, así que nunca lo estamos. A veces creemos y sentimos en lo más profundo de nuestro ser que nos abandonaron, pero es sólo una enseñanza de la vida, que busca que valoremos todo lo que tenemos en vez de aferrarnos a todo lo que nos deja atrás.

Valoremos y vivamos más. El presente es todo lo que tenemos. Apoyemos a nuestros seres amados que no hay nada más lindo que recolectar compañeros por y para la vida.

El amor es la respuesta. Por y para siempre.


Te amo.
No. No me hables de miedo si nunca te sentiste sola. No me hables de miedo si nunca te sentiste abandonada por cada una de las personas a tu alrededor. No hables de miedo si nunca lloraste horas y horas hasta quedarte sin lágrimas. No me hables de miedo si nunca temiste que todo eso te vuelva a pasar de un momento a otro.
No. No quiero escucharte hablar de miedo si nunca sufriste por tu salud. Y por la salud de una de las personas que más amás en este mundo. No hables de miedo si nunca sentiste ese vacío inmenso en el pecho por si ese abrazo que tanto necesitabas no llegaba, o llegaba por la mitad.

Tampoco me hables de felicidad si nunca viviste todo lo anterior en un mismo día, pero ese abrazo llegó y calmó en un segundo todo el malestar de las horas pasadas.


Lets make this lasts forever.

jueves, 17 de mayo de 2012

Quién dijo que la gente cambia? Quién dijo que la vida enseña? Estamos condenados a cometer los mismos errores una y otra vez, a amar y a actuar de la misma manera, a decir las mismas cosas.
Vamos por la vida envejeciendo sin madurar, arriesgándonos a amar sin aprender, mirando atrás mío y atrás tuyo.
Vamos por la vida sufriendo de antemano, con miedos, con presiones, tratando de guardar todo el llanto que queremos soltar, haciéndonos los fuertes.
A veces valoramos y a veces sólo nos quejamos de no haber conseguido lo que queríamos, o de haber conseguido la mitad, sin disfrutar la otra porción que nos costó alcanzar.
Mil veces decimos y pensamos que vamos a ser diferentes, pero no lo somos. Seguimos cometiendo las mismas cagadas que ya cometimos, y somos plenamente conscientes. Y no nos importa.
Vamos por el mundo criticándolo. Opinando sobre todo lo que vemos y escuchamos cuando simplemente deberíamos agradecer que estamos vivos, para ver y escuchar lo que nos rodea.
Criticamos el mundo porque es lo que sentimos que el mundo hace con nosotros. No nos valoramos a nosotros mismos y creamos un personaje a la defensiva, duro, intocable. Pero por debajo del personaje se encuentra la personalidad, donde se guardan los verdaderos sentimientos, las verdaderas emociones, los miedos, los castigos. La personalidad es conocida por muy pocos.
Buscamos alejarnos de todo y nos quedamos.
Somos felices de a ratos pero antes de darnos cuenta estamos llorando de nuevo.
Soñamos y proyectamos a futuro, solos o acompañados, aunque en verdad estamos siempre solos.
Sufrimos y dudamos hasta que la persona indicada nos abraza o nos dice las palabras justas. Así recuperamos fuerzas para ser nuevamente felices de a ratos hasta que nos cansamos de recibir golpes y críticas, volvemos a llorar, volver a recibir fuerzas de unos pocos, y así sucesivamente.
La gente no cambia ni aprende, aunque sí entiende que debería hacerlo, pero no le importa.


martes, 15 de mayo de 2012

Ei vos! Sí, vos. Sos pelotuda?! Qué te falta ahora?!

Qué me falta? Por qué tantas ganas de llorar? Qué me sobra?

"A veces perdemos todo lo que necesitábamos por estar pendientes de todo lo que queríamos."

No otra vez.

viernes, 11 de mayo de 2012

En la vida hay sólo dos clases de personas, las que valen la pena y las que no. Ojo, una persona copada no  necesariamente vale la pena. No se trata de personalidad, se trata de actitudes, de valores. Podés ser la persona más divertida del universo, pero si sos una conchuda constante o un gran hijo de puta, no valés la pena, ni siquiera por un rato. 

Si te metés donde no te llaman, no valés la pena. Si hablás sin saber de quien no te corresponde, no valés la pena. Si leés el celular de la persona que tenés al lado, no valés la pena. Si te agradan los wachiturros y las palomas, definitivamente no valés la pena (?) 
Si no apreciás a las personas que te rodean, si no las cuidás por lo que son o lo que fueron, no valés la pena. Si te esforzás por permanecer en un lugar donde no tenés que estar, perjudicando a esas personas importantes, agotando recursos que rozan lo patético, no valés nada.

Para valer la pena hay que conocer límites, porque tu libertad termina donde empieza la del otro. Para ser una de esas personas que vale la pena se necesita respeto, gentileza, y sobre todo ubicación, para poder situarte en el lugar del otro, y saber que tus decisiones no afectan sólo tu vida. 

El amor vale la pena. Y vos también, por eso estoy acá. 


Que el pasado nos persiga, pero no nos va a alcanzar.